Una noche el alma del vino cantaba en las botellas:
hombre, oh querido desheredado, hacia dirijo
desde mi prisión de vidrio y mis lacres bermejos,
un canto lleno de luz y fraternidad.
Sé bien que es preciso, sobre la colina ardiente,
sufrir y sudar bajo el sol abrasador,
para engendrar mi vida y para darme el alma..
pero no seré ingrato o malhechor.
Pues siento una alegría inmensa cuando caigo
en la boca de un hombre cansado por su faena
y su pecho caliente es un dulce sepulcro
donde me siento más a gusto que en mi fría bodega.
¿Oyes cómo suenan los cantos del domingo
y la esperanza que susurra en mi seno palpitante?
Los codos sobre la mesa y alzando las mangas
me glorificarás y estarás contento
Encenderé los ojos de tu mujer querida;
a tus hijos devolveré la fuerza y los colores
y para éste débil atleta de la vida seré
el aceite que fortalece los brazos de los luchadores.
Y he de caer en ti, vegetal ambrosía,
grano precioso arrojado por el eterno sembrador,
para que de nuestro amor nazca la poesía
que se elevará hacia Dios como una extraña flor.
***
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